Muerte en Venecia
(Morte a Venice)
—2a. Parte*—
Se trata, indudablemente, de una creación cinematográfica, que no deja indiferente al espectador: o se la admira sin reservas o se la rechaza totalmente. Alegato en defensa del culto a la belleza en su expresión más pura y perfecta (tal como la concibiera Platón) para algunos entusiastas o, lisa y llanamente, apología de la pederastia para sus detractores.
... Que cada quien vea y juzgue.
Fotograma de la película |
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A la Venecia de principios de la pasada centuria, el compositor Gustav von Aschenbach —proveniente de una ciudad alemana— ha llegado huyendo; huyendo de sí y de su vida. Su salud es precaria; su matrimonio ha fracasado; su única hija ha fallecido; por si fuera poco, su última obra no ha tenido la aceptación que quisiera; como artista creador se halla lleno de dudas e inseguridades... Con el espíritu fuertemente quebrantado va en busca de paz y sosiego a la otrora Reina del Adriático.
Allí se enamorará, platónica y apasionadamente, de un adolescente polaco (encarnado por Björn Andresen), quien viaja en compañía de su madre y hermanas. Ansiosa, desesperadamente, vagará por la calles y callejas de la romántica ciudad en pos del adolescente; temeroso, en todo momento, de despertar sospechas en su familia.
Mientras tanto, una epidemia cólera se cierne sobre el lugar. Conocedor de ese hecho, pero incapaz de alejarse del objeto de su adoración, el compositor caerá enfermo. Una mañana, sentado en una tumbona sobre la playa, la muerte vendrá por él mientras contempla el mar: el mar donde se baña el muchacho. Tadzio (que tal es su nombre) verá languidecer y extinguirse la mirada del artista frente a sus ojos.
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Si deseas saber sobre la novela que inspiró la película, busca la publicación correspondiente al 14 de abril de este año.
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