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domingo, 21 de febrero de 2010

Aforismos


La estupidez


La estupidez es un estado de gracia; Dios, sin duda, ama a los tontos: por eso los ha creado en mayor número.

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Nada ha sido repartido más democráticamente que la estupidez: a todos a tocado algo, y aun las personas inteligentes han recibido su parte.

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Las personas estúpidas no debieran ser vanidosas; pero ya se sabe, hay quienes gustan de lucir y presumir su estupidez y la llevan como el rey su manto y su corona: para asombro de propios y extraños.

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«Había una vez un emperador que tenía un traje para cada hora del día»... Así hay quien siempre tiene una estupidez que decir.

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Hay quienes llevan —grabada a fuego sobre la frente— la marca de su propia estupidez. Son semejantes a Caín, quien llevaba sobre la suya, la marca del crimen que había cometido.

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Ciertamente, hay mayores posibilidades de esperar las peores desgracias y calamidades provenientes de una persona bienintencionada y estúpida que de un malvado.

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Un filósofo griego declaró que la maldad y la ignorancia eran la misma cosa. Lo dudo: he conocido casos de una maldad refinada, pero no de una estupidez refinada.

¿Puede, acaso, refinarse la estupidez?..., (es decir, ¿puede ésta volverse más gustosa, más profunda, más rica, más variada, adquirir más matices, más reflejos, ser más perceptible...?) Qué duda cabe, siempre será susceptible de alcanzar todo esto. Pero, a los ojos de quienes sí se toman el trabajo de pensar bien, siempre se aparecerá como algo burdo e incomprensible.

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Hay quienes aman y tratan con tanto cariño a su estupidez, que esta les corresponde como un perro fiel y ya no les abandona nunca.

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Hay quienes son tan generosos y dispendiosos con su estupidez que la prodigan por dondequiera.

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Todos tienen derecho a ser estúpidos, pero hay quienes se exceden en el ejercicio de ese derecho.

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Desde que el mundo es mundo, la estupidez ha acompañado al hombre. Y si algún día, lo que conocemos como tal, no perece de causas naturales; lo hará, seguro, debido a la inconmensurable e inacabable estupidez humana.

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Los viajes de Gulliver es, sin duda, una de las más ingeniosas y agudas sátiras acerca de la estupidez y vileza del género humano. Hoy convertida en libro infantil. Así se ha vengado la humanidad imbécil del brillante genio del deán de Sn. Patricio, quien en un párrafo de dicho libro, escribiera acerca de sus conciudadanos: «son la más perniciosa raza de abominables y minúsculos gusanos que la naturaleza haya hecho reptar jamás sobre la faz de la tierra.» Linda frase en un libro para niños.

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No hay estupidez más perniciosa que la de nuestros propios padres.

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La estupidez puede ser contagiosa; casi siempre es congénita y hereditaria: seguido vemos familias, comunidades e incluso sociedades enteras afectadas del mismo mal.


 
... y los niños

... Los niños suelen ser mucho más agudos y sutiles que la generalidad de las personas mayores. Lamentablemente, luego no tardan en convertirse en adultos. Es entonces cuando todo está perdido.

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No hay que confundir: la ingenuidad y la ignorancia propia de un niño, que aún tiene escaso conocimiento del mundo que le rodea, con la estupidez meditada, razonada y hondamente arraigada de las personas mayores.

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Quisiera ser un niño, pero, con la inteligencia que poseo ahora... Aunque ¿quién sabe?, tal vez me trataran peor que antes:

La inteligencia suscita, en quienes no la tienen, no la admiración sino el recelo.

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He tenido abundante contacto con la gente menuda a lo largo de los años; no recuerdo haber charlado más sensata e instructivamente mas que con ella, antes que con la gente adulta.

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Sören Kierkegaard, el filósofo danés, mantuvo durante años un cuidado puntilloso de su aspecto; cultivó una figura de dandy. Todo ello con la finalidad de ocultar al mundo su penoso y laborioso trabajo mental. Prefería —y con razón— sentar fama de frívolo antes que de intelectual. En uno de sus libros escribió: «... a menudo prefiero conversar con los niños antes que con los adultos; los niños, por lo menos, son inteligentes.»

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Imagen final: archivo del autor.


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